lunes, 26 de octubre de 2009

Los recuerdos de un hombre inclinado hacia el arte

Whitman Raúl Gualsaquí Sasi, nacido en Otavalo el 11 de diciembre de 1960, proviene de cuna familiar trabajadora y costumbrista, de abuelos vinculados con el quehacer artístico y padres que le inculcaron el amor por su tierra rica en cultura, esplendor y arte, presenta en sus obras ese sorprendente legado.

“Considero que mis nombres y apellidos son fuertes porque se fusionan y reflejan la herencia de nuestra gente, de nuestras costumbres y de nuestro folklore. Siempre me sedujo la música andina, como una mágica danza de sonidos y colores en mi mente, ese fue el origen de mi vocación por el arte”
En el colegio Daniel Reyes, en la ciudad blanca de Ibarra, el dibujo, la pintura y la cromática, conquistaron el alma del maestro, dejando por un momento, en un rincón mágico a la música.

Inquieto por las siluetas, los rostros y la figura humana que empezaban a mostrarse en Quito, Gualsaquí posó su mirada y su ser en esta ciudad, que exponía nuevas manifestaciones pictóricas. El Colegio y la Facultad de Artes fueron su hogar artístico, porque allí perfeccionó sus orígenes pictóricos.

De frente al expresionismo y al neo-figurativismo, el maestro nunca encasilló sus primeras expresiones de arte, según su recuerdo incógnito eran siluetas y pinceladas más bien libres, inmensas y coloridas que se plasmaban sobre amplios espacios.

martes, 20 de octubre de 2009

¿Qué hace eficaz a un ejecutivo?


Los grandes ejecutivos pueden ser carismáticos o sin brillo, generosos o tacaños, visionarios u orientados a los números.

Pero todo ejecutivo eficaz sigue ocho reglas sencillas.

¿Qué hace a un ejecutivo eficaz?

Un ejecutivo eficaz no necesita ser un líder en el sentido que actualmente se le da a este término. Harry Truman, por ejemplo, no tenía ni una pizca de carisma, pero fue uno de los jefes de Estado más eficaces en a historia de Estados Unidos.

Durante mis 65 años de carrera como consultor, algunos de los mejores CEO corporativos y de entidades sin fines de lucro con los que he trabajado no eran líderes estereotípicos. Eran muy diversos en términos de personalidad, actitudes, valores, fortalezas y debilidades. Variaban de extrovertidos a solitarios, de relajados a controladores, de generosos a parsimoniosos.

Lo que los volvía eficaces a todos es que seguían las mismas ocho prácticas:

Preguntaban ¿Qué hay que hacer?

Preguntaban ¿Qué le conviene a la empresa?

Desarrollaban planes de acción.

Asumían la responsabilidad de sus decisiones.

Asumían la responsabilidad de comunicar.

Se centraban en oportunidades en vez de problemas.

Conducían reuniones productivas.

Pensaban y decían “nosotros” en vez de “yo”.

Las dos primeras prácticas les permitían obtener el conocimiento que necesitaban.

Las cuatro siguientes les ayudaban a convertir ese conocimiento en acción eficaz. Las dos últimas aseguraban que toda la organización se sintiera responsable.